El propósito de FAREL es preparar hombres como ministros fieles de la Palabra y sacramentos en la tradición reformada y presbiteriana para servicio en las iglesias.
El currículum posteriormente detallado pretende cultivar el desarrollo intelectual y espiritual de nuestros estudiantes. Creemos que un fundamento en el conocimiento de la Palabra de Dios y la sana doctrina es primordial para la realización de un ministerio fructífero que glorifica a Cristo, el Señor y Cabeza de su Iglesia.
Pero no solo esto, sino que la meta del seminario es fomentar en el estudiante los dones necesarios de compasión, sabiduría y piedad genuina a fin de que el estudiante como pastor pueda guiar y edificar a la Iglesia de Jesucristo mediante los dones que Dios le ha dado. Así, es necesario también un conocimiento sólido de nuestros estándares confesionales tales como los Estándares de Westminster y las Tres Formas de Unidad.
Finalmente, un énfasis singular de nuestro programa de aprendizaje es que el estudiante desde el día de ser aceptado como candidato para el ministerio por el Presbiterio, comenzará a trabajar en su iglesia local bajo la supervisión de su propio consistorio, con su pastor como mentor durante todo el tiempo de su carrera académica. Así, al graduarse y ser elegible para un llamado y ordenación al oficio del ministro de la Palabra y sacramentos, el candidato habrá tenido experiencia amplia en todas las áreas de servicio que atañen a las labores del pastor: servicio diaconal, enseñanza, estudios bíblicos, evangelismo, oficio del culto, consejería, predicación de la Palabra, tareas administrativas, participación en las diferentes Asambleas de la Iglesia como el Consistorio y el Presbiterio, entre otras.
Para cultivar este desarrollo espiritual e intelectual, el seminario ofrece cursos en todas las disciplinas teológicas, bíblicas, eclesiásticas y ministeriales. Sin embargo, se reconoce que el conocimiento no es suficiente para realizar las labores pastorales. Es imprescindible que el conocimiento vaya acompañado de una sumisión humilde a la Palabra de Dios. Ambos elementos son primordiales para el desempeño de un ministerio que glorifica a Dios en Cristo.